LA HAINE (Versión digital)
Txente Redondo
La tradición, el
individualismo y la conjunción de diversos intereses políticos y económicos,
permiten el descontrol sobre la posesión de armas en EE.UU.
Una nueva matanza de
civiles en Estados Unidos ha sobrecogido a buena parte del mundo. En esta
ocasión, el hecho de que la mayor parte de las víctimas mortales fueran niños y
niñas ha provocado que el eco mediático haya sido tan importante. Y nuevamente
hemos asistido a un conocido guión que se repite cada vez que suceden este tipo
de acontecimientos en EE.UU.: declaraciones de pésame, tibias promesas de
cambiar la legislación sobre el control de armas, coberturas mediáticas que en
ocasiones se asemejan a un mero show…y a esperar a que la tragedia vuelva a
repetirse en el futuro.
Durante el 2012, más de
setenta personas han muerto en al menos 10 ataques de personas armadas contra
civiles, y otras tantas han resultado heridas, en Estados Unidos. Y durante
esos meses hemos asistido también a una relajación manifiesta de las leyes que
regulan la posesión de armas, y todo ello en una año electoral, donde los
candidatos a la presidencia del país, Obama y Romney, han pasado de puntillas
sobre el problema, más interesados como estaban en lograra apoyos, políticos y
económicos.
En este sentido, la
reacción del presidente Obama, que en los próximos días iniciará oficialmente
su segundo mandato, tampoco debería extrañar. Al igual que el pasado verano,
tras la matanza en el cine Aurore (12 muertos y 60 heridos), ha salido ante los
medios de comunicación para escenificar una situación que bien podría tratarse
de una interpretación cinematográfica al mejor estilo de Hollywood (no hay que
olvidar la capacidad comunicativa e interpretativa del presidente
norteamericano).
Mientras soltaba alguna
lágrima ante las cámaras, “lágrimas de cocodrilo” para algunos analistas que
recuerdan las decenas de niños y niñas que han perecido este mismo año en todo
el mundo bajo las bombas de los aviones no tripulados estadounidenses (y que no
han merecido ningún recuerdo por parte de Obama), repetía las mismas palabras
que hace meses, pero igual que entonces, no hará nada. Es más, algunos
recuerdan que en estos años de su primer mandato, Obama en lugar de proponer
medidas para controlar la compra de armas, en 2009 ha aprobado una ley para
ampliar los permisos de portar armas en los Parques Nacionales del país.
La disposición del
presidente para asegurar que aquellos que no tengan autorización para llevar armas
no tengan acceso a ellas, al tiempo que “garantiza el derecho a portar las
mismas que vienen recogido en la famosa Segunda Enmienda de la Constitución”,
nos muestra que las cosas no tiene visos de cambiar a corto plazo.
El engranaje legislativo
es sin duda una baza que juegan y mantienen a su favor los poderosos lobbies de
las armas. En 1993 la llamada ley Brady obligaba a comprobar los antecedentes
penales y psiquiátricos de los compradores de armas, también se creó un archivo
federal con los expedientes citados. Sin embargo la realidad institucional de
EE.UU. permite esquivar fácilmente estas medidas.
Así, se tiene constancia
que son millones los expedientes que no se mandan al FBI, y tan sólo trece
estados suelen hacer consultas al mismo. Pero es que además, la citada ley no
es de aplicación cuando la compra-venta de armas se realiza entre particulares
(más de cuarenta por ciento). Y por otro lado, la prioridad de las leyes de los
estados sobre la legislación federal puede hacer que cualquier intento desde
Washington para regular el acceso alas armas quede en papel mojado.
Finalmente, el papel de
los dos principales partidos políticos, contrarios declarados al control, los
republicanos, y los demócratas, interesados en no enojar a los lobbies de las
armas, predice que con el paso de las semanas las declaraciones “de buenas
intenciones” quedarán aparcadas hasta que tengan que desempolvarse ante la
próxima matanza.
La ley “Stand your ground”
(SYG) (defiende tu posición/espacio) que se promulgó en Florida en 2005 es otro
soporte al que se aferran los defensores de las armas. Desde entonces, y con la
ayuda de la Asociación nacional del Rifle (NRA) y sus aliados, más de
veinticuatro estados del país han ido adoptando leyes similares.
Ese argumento legal
institucionaliza el “uso justificable de la fuerza”, conformándose una especie
de ley de “autodefensa” que a través de tres conceptos jurídicos volvieron
razonable “la ley de defensa propia”, convirtiéndola en una especie de receta
para tomarse la justicia por su propia mano. De esta manera se articula una ley
que sostiene “el derecho a defender su posición y defenderse con la fuerza”.
Según la SYG, las
personas que crean que están en peligro en espacios público no están obligadas
a alejarse ante la amenaza percibida antes de utilizar la fuerza para
defenderse. Además, si actúan en defensa propia en sus casas, vehículos u otras
áreas designadas se supone que se crea razonablemente que estaban en peligro
inminente, y la carga de probar lo contrario recae sobre la acusación. Además,
las personas que utilizan la fuerza justificable para defenderse están
protegidas no sólo contra el enjuiciamiento penal, sino también de la
responsabilidad civil.
Un reciente estudio
apuntaba una serie de datos muy interesantes en torno a las matanzas. Uno de
los aspectos reseñados apunta a la distorsión informativa que se produce tras
las mismas, convirtiéndolo en un mero espectáculo, donde la falta de
rigurosidad informativa es manifiesta, y constatando además que la citada saturación
mediática tiende a que el caso se repita en los próximos días, aunque
generalmente a menor escala. También se apunta en el citado informe que las
expresiones de dolor y la presencia de las cámaras, muchas veces dificultan en
el futuro la recuperación de los afectados, sometidos a una presión extra por
la presencia de los focos.
El origen de los
agresores, apuntan los autores del informe, suele “sorprender” a muchos
defensores de las armas. El hecho de que la mayor parte de las matanzas estén
protagonizadas por norteamericanos blancos (“uno de los nuestros”) y
predominantemente en comunidades blancas que hasta víspera eran consideradas
“seguras y agradables” suele generar mayor controversia.
Finalmente, los citados
expertos constatan que todos los actores suelen tender de una manera u otra a
utilizar los citados acontecimientos para beneficio de sus propias agendas
(políticos, lobbies y empresas), y ello facilita la conclusión final, a pesar
de todo lo que se dice tras los hechos, “nada cambia”.
La tradición, el
individualismo y la conjunción de diversos intereses políticos y económicos,
permiten que a día de hoy el descontrol sobre la posesión de armas en EE.UU.
siga presente. Una de las consecuencias de esta situación la estamos viendo
cada vez que tiene lugar una matanza, sin embargo hay otro tipo de derivaciones
que “no se quieren ver” y que en el futuro pueden tener consecuencias muy
graves para la sociedad norteamericana, como el fenómeno de los movimientos
ultraconservadores, defensores de la supremacía blanca y las milicias,
protagonistas de algunos de los hechos más violentos de la historia reciente de
aquel país.
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