Por José Dos Santos
Pertenezco a una aún mayoritaria porción de cubanos que ha dedicado su vida
laboral a desempeñarse y empeñarse en aportar sus esfuerzos –los mejores y
también los no tanto- a la sociedad en que vivimos, desde el triunfo
revolucionario, en las filas estatales. Y no me arrepiento.
Recuerdo hace unos lustros atrás, cuando a mi esposa la tentaban a pasar a
trabajar con extranjeros legalmente operando en nuestro país, a quien desalenté
con mi fidelidad a las estructuras que representaban los intereses del
pueblo.
Ella siguió mis visiones y hoy se ha visto obligada a jubilarse por asuntos
familiares, con una magra suma mensual como retribución a su hoja de servicios.
La que la animaba a dar el paso vivió mucho mejor, materialmente hablando, y fue
más allá y los dio hacia otros territorios.
Pero eso es historia antigua. La que estamos construyendo hoy, día a día, es
diferente por muchas y justificadas razones.
Romper modelos o moldes que constriñen –lo que diría un manual de economía
política- “el desarrollo de las fuerzas productivas” en las condiciones
contemporáneas constituye una acción mas que necesaria, imprescindible, para
mantener nuestra sociedad a flote y con el rumbo estratégico que entre todos
hemos decidido.
Nos estamos liberando de ataduras con sabor a dogma, desfasadas, ilusorias o,
más aún, utópicas, para explorar y explotar las potencialidades que permanecían
latentes, por mas de una causa. Y eso todos lo comprendemos.
Pero de ahí a focalizar la propaganda, ensalzar el bienestar material que
produce y presentar al movimiento de “cuentapropistas”
como salvadores de nuestra economía, da una dimensión al asunto, cuanto menos,
mortificante para los que hemos sido y seguiremos siendo “empleados
estatales”.
Presumo que ha sido una mala interpretación de cómo enfocar las prioridades
que hacen los medios de prensa sobre la materia. No creo deseen menoscabar –por
contraste- la importancia de quienes no optamos por el también llamado
“auto-empleo”, pero al menos provocan dudas sobre cuáles objetivos se
buscan.
Las bondades y beneficios de ejercer oficios y profesiones bajo reglas de
juego diferentes a las establecidas por el estado, sobre todo en materia de
ingresos monetarios, no necesitan publicidad.
Ese esfuerzo de los medios –espacio y tiempo- debía de dedicarse a elevar la
autoestima de ese otro vasto componente de la sociedad cuyos salarios no
alcanzan ante los crecientes avances de los precios y que sigue siendo decisivo
para la construcción del socialismo con el que los revolucionarios cubanos
soñamos.
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